Reflexión

Mi otro yo


Si alguien me hubiera dicho hace 4 años que iba a estar participando en carreras de 100 millas a campo a través, o carreras de mountain bike por etapas por toda España, en las que participan atletas de élite y que, además, no solo iba a terminar las carreras sino que iba a hacerlo en una posición más que respetable no muy lejos de los profesionales, me hubiera reído a carcajadas de incredulidad. Pero esa es la realidad a día de hoy.

No soy una persona genéticamente perfecta, ni mucho menos. De hecho mis parámetros son de los más normales:

  • Altura: 174cm
  • Peso: 66kg
  • Pulsaciones (min/max): 34ppm/185ppm
  • Umbral aeróbico/anaeróbico: 135ppm/165ppm
  • VO2 Max: 60ml/kg/min

Foto de asoggetti

Y aunque termino las carreras en una posición respetable, estoy muy lejos de alcanzar una victoria o un podio, porque de ser bueno a la excelencia hay una barrera que solo muy pocas personas pueden rebasar. A partir de cierto estado de forma, cada vez cuesta más mejorar. Cada pasito que damos nos cuesta un esfuerzo titánico. Hay que afinar muchísimo el entrenamiento. La dieta. El descanso. Y básicamente, dedicarte en cuerpo y alma al deporte. Aunque hay personas que por su genética consiguen una progresión mucho más rápida. Pero muy a mi pesar, yo no soy una de ellas.

No es mi plan dedicarme en cuerpo y alma al deporte por intentar conseguir un podio algún día. Y digo intentar, porque casi seguro siempre habrá gente más fuerte que tu por delante. Aunque reconozco que tiene que ser bonito recoger un trofeo en una carrera grande. Porque es la recompensa, el reconocimiento y la gloria después de tantos años de sacrificio.

Pero la realidad es que yo soy ingeniero informático. Esa es mi profesión desde hace muchísimos años. Y lo seguirá siendo durante mucho más tiempo. Está en mi ADN. Es a lo que me he dedicado en cuerpo y alma desde que era un crio. Y es a lo que le dedico la mayor parte de mi tiempo. Me gusta mi trabajo, soy jodidamente bueno en lo que hago y, además, me pagan por ello. No puedo dedicarme en exclusiva al deporte de ultra distancia, que prácticamente acaba de llegar a mi vida y que, además, para poder vivir de ello hay que ser de la talla de los mejores. Impensable a mi edad.

Mi otro yo que no para de corear el mantra «si otros pudieron, tu también puedes hacerlo»

Sin embargo, el deporte de ultra distancia ha llegado a mi vida para, de momento, quedarse. No se si lo seguiré practicando durante muchos años más. Ni a que intensidad. Y menos ahora que tengo a dos mellizos llamando a la puerta de la familia. Pero si que puedo garantizar que es un deporte que ha despertado a otro yo interior que estaba aletargado. Mi otro yo que ha sobrepasado límites una y otra vez. Mi otro yo que ha eliminado la palabra subestimar del diccionario. Mi otro yo que no para de corear el mantra «si otros pudieron, tu también puedes hacerlo». Mi otro yo que hace grande, a escalas astronómicas, este cuerpo tan pequeño. Pero ahora, mi yo de siempre y mi nuevo yo tienen que coexistir. Tengo que buscar la forma de fusionarlos, porque no puedo, ni quiero, dejar a un lado a ninguno de los dos. Ambos son el verdadero yo. Ambas facetas completan quien realmente quiero ser. Y ninguna de ellas es más importante que la otra. Una me da el trabajo, la estabilidad, la integración en la sociedad, el amor, la familia… Pero la otra me da la aventura, la disciplina, el riesgo, la confianza, la calma, la grandeza…

Mi objetivo no son los podios. Ni son las clasificaciones. Sino conocer más y mejor de lo que es capaz mi otro yo.

Gracias por despertar y unirte a mi vida. Por ayudarme a conseguir cosas extraordinarias. Por aderezar mi vida. No te vayas nunca.

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